Me he tomado siete cervezas.
La primera: Higuerote, Miranda. Eran
aproximadamente las once de la mañana, estábamos llegando a la playa, y la
primera parada fue en la licorería, yo tendría unos 13 o 14 años tal vez, fue
una Brahma, recuerdo como me la extendieron y yo la agarré, recuerdo que al dármela
no me dijeron nada, solo me la dieron y ya, esa fue mi primera cerveza para mí
solo (antes solo me daban sorbos), abrí la lata, y el primer trago me rasgó la
garganta, me refrescó, me sentí adulto y ese primer trago lo disfruté
realmente, me costó terminarla, aprendí que hay que tomarla rápido, no dejar
que se caliente, fue la primera, fue el inicio a degustar una buena bebida.
La de reuniones: Desde muy joven
me di cuenta que lo de emborracharse no era realmente lo mío, obviamente lo
hice muchas veces, pero cada vez me arrepentía más, ahí poco a poco comprendía que
debía ir regulando el consumo y dejar de tomar cuando el cuerpo me daba las
alertas, en las fiestas y reuniones de amigos las horas pasaban y las cervezas fluían,
la disfrutaba, pero de esa cerveza recuerdo sostenerla en mi mamo y escuchar
atento las conversaciones, para esos días vivía en San Cristóbal y mientras me
la tomaba aun no salía del bachillerato.
La del viernes: No había conocido
realmente lo que era tomarse la cerveza con los panas del trabajo hasta que vivía,
trabajaba y estudiaba en Caracas, ahí conocí la fraternidad entre la maraña de circunstancias
de todos los que me acompañaban en una mesa redonda en algún restaurant chino, las
historias de cada persona me hacían entender que el mundo era mucho más grande
de lo que yo conocía, esta cerveza era fría, más dulce, más gratificante, me la
tomaba después de una jornada laboral, esta cerveza la pagué con mi sueldo.
La de la playa: A esta cerveza le
tengo especial cariño, hasta le llegue hacer su propio ritual, era simplemente
llegar a la playa, meter los pies en la arena, acomodarme y solo ahí abrirla, contemplar
el mar, ver fijamente el océano y disfrutar del sabor, esta cerveza me la tomé
con los amigos que hoy son mis hermanos, No importa si era Higuerote, La
Guaira, Margarita o Morrocoy, era la cerveza que me acompañó con la gente que
me metió a sus familias, que me hizo conocer sus pensamientos más íntimos y que
conoció mis problemas más personales, esta cerveza realmente la amo pero sobre
todo la extraño.
La del viaje: Sin darme cuenta la
vida me fue llevando a cuenta gotas a ir pidiendo esta cerveza en algún bar y a
tomármela en silencio, completamente solo, pero sobre todo disfrutándola al máximo,
veía a mi alrededor y había nuevas sensaciones, nuevas emociones, había jubilo
y nostalgia, esta cerveza la bebí fuera de Venezuela, me estaba presagiando lo
que vendría, me estaba preparando el terreno para que siempre recordara que,
aun en soledad hay mucha compañía solo si se abren bien los ojos.
La segunda ronda: Esta es la
segunda cerveza que me tomo con los nuevos amigos que se convierten en nuevos
hermanos, esta es la del emigrante, la que mientras la bebo voy conociendo
nuevas realidades, la que me hace disfrutar del momento pero con un ojo en la
incertidumbre del futuro cercano, esta cerveza es un trago agridulce puesto que
sabe muy bien en el primer instante, pero me deja un sabor en la garganta que
no es realmente mi favorito, en Bogotá fue la Club Colombia Negra, en Ecuador
es una Club Verde, dios sabe cuánto disfruté esta cerveza, me hizo conocer
gente especial, esta cerveza la amo y también la extraño.
La del domingo: Esta cerveza es
completamente individual, se toma con muchos sentimientos de nostalgia, la pido
en la tienda de la esquina y me la tomo en mi casa, esta cerveza es amarga, y
me la debo tomar rápido porque se calienta en segundos, esta cerveza viene con
recuerdos del pasado y anhelos del futuro, el sabor me deja con ganas de pedir
la otra, pero tal vez cambiando la marca, esta cerveza es grande, sabe bien,
pero me deja pensando.
Hasta ahora llevo siete cervezas,
todas las he disfrutado, todas tienen especial apego emocional, ya voy a pedir
la octava.
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