El niño y el juguete

 Close up of toy blocks

Había una vez un niño y un juguete, este no era un juguete ordinario, era su juguete, si el niño hubiera sabido que existían más juguetes en el mundo habría dicho sin dudarlo que este era su favorito, lo llevaba a todas partes, a la escuela, al médico, al baño, y en especial a la cama, se iba a dormir siempre si o si abrazando a su juguete, era su único amigo, aunque tenía otros amigos en realidad el juguete era su mejor amistad, era incondicional. Tenía muchos, pero muchos años con el juguete lo amaba demasiado, aunque a veces (o muchas veces para ser sincero) el niño sentía que algo andaba mal, era como una sensación que no estaba del todo bien, pero seamos honestos, un niño no es alguien que se sienta únicamente para analizar un juguete, solo disfruta de él, pero definitivamente tenía la sensación que podría andar mejor el juguete, sin trabas, sin desperfectos.

 

Pasaron décadas, muchas décadas (pero décadas de niños, que para un adulto seria como años) y el niño y el juguete se fundieron en uno solo, jugaba con el todo el día, todos los días, hablaba de su juguete con los demás niños (esto lo hacía y mucho) como paso tanto pero tanto tiempo al niño se le olvido por completo aquellas sensaciones que tal vez el juguete podría funcionar mejor, ignoraba por completo que tenía alguna que otra avería, al mismo tiempo ni se había enterado que habían más juguetes en el mundo, o diferentes formas de jugar sin juguetes, como correr, o usar columpios o cosas de esas que hay en parques infantiles, en pocas palabras el mundo exterior se borró para ellos, solo eran el niño y el juguete en el vacío del universo.

 

Como ya se imaginarán pues no era una relación sana, pero ok, ustedes son adultos, no juzguen al niño, por amor a dios, es solo un niño, el niño era solitario, estaba dentro de su mundo, solo él y su juguete, no había más nadie, podría estar en un parque y tener otros 100 niños a su alrededor y no veía a los lados, solo se quedaba con su juguete, los demás lo veían con algo de compasión y lastima, pero él solo estaba ahí, con su juguete.

 

Pero toda historia tiene un giro ¿cierto?, pues aquí llega el de este corto cuento, todo empezó como empiezan las grandes historias, así de la nada, un día normal el niño está inmerso en su rutina de juego diaria con su único juguete y siente un pequeño toque en el hombro, primera señal que todo iba a cambiar, nuestro pequeño protagonista aparto la mirada de su juguete por primera vez en años, tal vez unos 30 años, era un suceso grande, y al alzar la mirada ve un pequeño ángel, era un niña, pero no cualquiera, era una bella y preciosa niña de cabello negro cachetes redonditos, lentes enormes pero algo resaltaba más que nada de su cara, su sonrisa, el niño pensó en ese momento “Dios mío esta sonrisa le podría quitar la depresión a cualquiera” a mí me parece súper irónico, porque este niño no sabía si quiera que era la depresión.

 

Lo siguiente que sucedió fue aún más impactante, el niño soltó el juguete, ¡sí! ¡Lo soltó! El juguete cayo inerte al piso, y ahí quedo, la niña de la sonrisa lo invito a jugar, y se fueron, así no más, se fueron y jugaron como solo dos niños juegan, ustedes saben a qué me refiero, es una escena que hemos visto todos, dos niños jugando como que no existe nada alrededor, son ellos solos en el parque, en la ciudad, en el mundo, en el universo entero, y así mismo fue, pero fue corto el tiempo que jugaron, unos 20 minutos tal vez, pero para nuestro joven y feliz protagonista fueron unos 6 meses, a la niña de la sonrisa la llamaron, pues al parecer tenia cosas por hacer, tal vez los deberes del colegio o algo, nunca lo sabremos, y ella salió obediente pero antes de irse se devolvió solo para despedirse del niño, pero pasó algo terrible, y aquí entra el drama de este cuento, la niña de la sonrisa sin querer pisó el juguete, y lo partió en cientos de pedazos, el niño no se da cuenta en ese instante y solo se despide de ella y de su sonrisa, pero cuando voltea a buscar a su único y mejor amigo lo encuentra ahí en piso, olvidado y completamente destruido.

 

En este punto de la historia es necesario que se tomen un momento a pensar en ese niño, su mundo entero estaba destruido, recuerden ese juguete de su infancia que tanto amaron, que tanto disfrutaron e imaginen (o tal vez recuerden) que se destruyó, que lo perdieron para siempre, que dejó de existir, ¿cómo se sienten? Pues ahora piensen en este pobre niño, tengan empatía, estaba destrozado, se rompió lo único que tenía en el mundo, dejo de existir, solo quedaban las piezas ahí en el suelo confundidas entre la mugre del piso.

 

No quiero alargar mucho el cuento, así que intentare resumir, lo siguiente que sucedió es que el niño empezó a juntar todas y cada una de las piezas, el dolor se transformó en lágrimas que caían al suelo, con mucho pero mucho llanto junto cada una de las piezas y las metió en una bolsa, al recogerlas, alza la vista y lo único que ve es la espalda de la niña como se aleja más y más en cada segundo que pasa. La escena fue súper triste, yo la vi, fue desconsolador, tal vez por eso no les narro todo con detalles, porque fue muy triste de ver.

 

Pero la historia continua para dar paso a su final, aquí es donde todo cobra sentido, el niño va a casa, en una mesa suelta todas y cada una de las piezas y llora (y mucho), pasan dos o tres días llorando, pero en algún momento una fuerza de su interior le hace buscar solución al juguete, y decide armarlo de nuevo, con la ayuda de sus padres y muchos amigos, le quita el polvo con las mismas lágrimas que soltó y de alguna forma empezó a remendarlo, cada día que pasaba en la labor de re-armar su juguete era una cosa maravillosa, pero lo mejor de todo era como notaba que algunas piezas estaban mal puestas, entendió todo el mecanismo interno, es más, comprendió que había un mecanismo interno, jamás lo había notado o pensado, se dio cuenta porque nunca funciono al 100%, porque tenia trabas, comprendió que el juguete funcionaba con muchas piezas trabajando en armonía interna y debía colocarlas cada una en su sitio para ponerlo operativo.

 

Aquí termina el cuento, lo único que les puedo comentar es que el niño sigue en su labor, que el niño aparte de comprender como funciona su juguete y que necesita ayuda de otros para acomodarlo, le agradece enormemente a la niña de la sonrisa por llegar y tocarle su hombro ese día, por mostrarle un mundo nuevo y también por romper el juguete.

 

No tengo ni idea si los dos niños vuelvan a jugar juntos otra vez, pero si eso llegara a pasar me gustaría verlos, porque esos 20 minutos que estuvieron juntos ambos fueron infinitos.

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